¡Ay!
árboles rudos, sin eco,
rostros rudos,
no castiguéis mi frente,
no volváis vuestros ojos.
Miradme simplemente.
Soy un ángel o un sueño
o un duro ser que toca
palpable y castigado.
¡Abeja, niño, muerte,
azotea en la tarde,
diciembre como enero
igual a tantos lirios!
Alguien me puso un sello
y un poco de ceniza
disolvió entre mis venas
y el aire de mis hombros.
Quiero algo que responda.
Algo con número y medidas.
Algo que centuplique mi nivel y responda
por tanta vena rota,
por tanto pan comido,
por tanta puerta abierta
sin lumbre ni sentido.